Módulo 3. Poesía, profesía, superviviencia, por Denise Levertov
Fragmento
"Si la temática de un escritor incluye con frecuencia cuestiones prominentes en la historia de su propio tiempo -si se compromete, como es virtualmente inevitable una vez que tales cuestiones penetran en la obra, con uno u otro lado de la controversia-, el público de habla inglesa exigirá que ese escritor se explique por hacerlo y justifique la presencia de lo politico en lo literario. Digo de habla inglesa porque eso se da menos en otras culturas, por ejemplo en la hispana o la eslava. Y también debería matizar escritor, añadiendo que me refiero en especial a uno cuya principal ocupación es la poesía.
La temática política es vista como una intrusa en la esfera de la poesía o como una materia que requiere especial discusión cada vez que aparece, por lo que no puede dejarse de lado como otras cuestiones. Así que se desafia al poeta a responder a muchas preguntas, que van de lo hostil (que puede inducir a una respuesta o a un encogerse de hombros con desagrado) a lo genuino y a veces profundamente inquisitivo; esta actitud obtiene eco en la conciencia artística y mueve al poeta a buscar auténticas respuestas personales.
Una de esas preguntas estimulantes, que recibí por correo, fue esta: ¿Qué relación tiene la poesía del goce, de la proclamación, de la afirmación, con la política?
Mi respuesta:
Una poesía de la angustia, una poesía de la ira, de la rabia, una poesía que, desde una experiencia literal o profundamente imaginada, describe y denuncia la injusticia perenne y la crueldad en sus formas habituales y que, en nuestro tiempo en particular, advierte los peligros sin precedentes a los que nos enfrentamos, puede ciertamente ser una gran poesía, tan bien trabajada como cualquier otra. Tiene la función evidente de remover la conciencia y articular emociones para las personas que no tienen el don de la expresión. Pero también necesitamos la poesía de la alabanza, del amor al mundo, la visión del potencial para el bien, presente incluso en nuestra especie, que tanto ha contaminado al resto de la creación, tras ensuciar su propio nido. Si perdemos la percepción del contraste, de lo que se opone a cuanto es cucio y tremendo, a la tortura, a la banalidad del apocalipsis computarizado, perdemos la razón para trabajar por un cambio redentor. No como evasión - no en sustitución, sino como complemento del modo en que desarrollamos nuestra conciencia ante lo que el ser humano le está haciendo al mundo y la implicación que como individuos tenemos en ello-, necesitamos más que nunca antes de completar a diario (y componer, si somos lo bastante afortunados como para ser capaces de ello) obras de alabanza, obras que por el poder de la imaginación nos refresquen -nos recuerden- todo cuanto hace de la supervivencia en la tierra, y de nuestras vidas, algo valioso por lo que luchar. Imaginar el bien y la belleza, observarlos tal como los percibimos en el arte, en la naturaleza o en nuestros semejantes y crear obras que los celebren, son incentivos esenciales para hallar el rumbo que nos saque de nuestro aparente punto muerto. Resulta perentorio un apasionado amor por la vida si queremos encontrar la energía para detener el acelerado descenso (como un hombre que rueda montaña abajo cada vez más rápido) hacia la aniquilación. Cantar el asombro -exhalar la alabanza y la celebración- es tan fundamental en cuanto impulso como el lamentarse.
Aun así, mientras la naturaleza (aunque contaminada y amenazada) y el arte, pasado y presente, nos inspiran (insuflan aire fresco a nuestros pulmones para mantenernos vivos), debemos exigirnos a nosotros mismos y a nuestros contemporáneos un conocimiento de las iniquidades políticas en medio de las cuales, no obstante, cantamos a veces llenos de gozo; y luego debemos hacer cuanto cada cual crea posible en favor de la justicia, la compasión, la supervivencia, el cambio. Como dijo William Morris, "estoy cansado del refinado arte de la infelicidad".
El mismo corresponsal me preguntó: ¿Que relación hay entre aflicción e imaginación? Y yo respondí:
La aflicción es más proclive a sofocar la imaginación, si no se reprime, consiste en levantar la mente aplastada bajo el peso de la aflicción. El intelecto por sí solo puede señalar la fuente de sufriemiento; pero la imaginación lo ilumina y a través de esa luz resulta más comprensible. Se convierte en una entidad distinta, separada del ser.
Una inconciencia extrema y complaciente del sufrimiento obviamente no coexiste con la imaginación: el risueño insensible no es creativo. Pero eso no significa que la neurosis sea el sine qua non para que actue la imaginación creativa, qu eno es lánguida, exige energia de aquellos en los que habita. La imaginación no es anestésica.
(...)
Cad vez más en este tiempo de disyuntivas extremas, de elección extrema, el espectáculo de poetas que se desentendieron alegremente de cualquier preocupación por algo tan mundano como el día a día de la acción política (¡he incluso en individuos propensoa a la tristeza, tal despreocupación parece alegre!) es algo que menoscaba la validez e impacto de sus poemas. Es un desentenderse que trivializa su propia obra.
Una poesía que exprese los miedos y horrores de nuestro tiempo es necesaria para hacer entender a los lectores que lo que está pasando, entenderlo realmente; no sólo saber del asunto, sino sentirlo, y ha de ir acompañada de la voluntad, por parte de aquellos que escriben, de llvar a cabo de manera adicional acciones encaminadas a poner coto a esas grande miserias denunciadas. La extensión y naturaleza de las acciones que emprendan artistas e intelectuales (u otros cualesquiera) es, pro supuesto, un ausnto de conciencia individua; no pueden fijarse normas. Pero contar la historia y luego irse no basta.
Una poesía de alabanza es igualmente necesaria para no dejarnos vencer por la desesperación, para que tengamos el constante incentivo posibilidades positivas concebibles, ya que la alabanza es un irresistible impulso del alma.
No se trata -creo yo- de que ningún poeta esté moralmente obligado a escribir poemas políticamente comprometivos, El sentido de la obligación moral nunca ha sido ni puede ser la fuente del arte, si bien puede ser uno de sus factores. Se trata de que ese contexto sea palpable en la obra, aunque quizá no se nombre nunca, nunca se haga explícito."
(...)
Un ejemplo serían los jóvenes poetas guerrilleros de Latinoamérica, a muchos de los cuales mataron siendo jóvenes (al menos uno de ellos, Javier Heraud de Perú, hubiera sido seguramente un gran poeta. Fue asesinado a la edad de 23 años.) Ellos no flirteaban con la muerte, no más que Víctor Jara, el extraordinario y querido músico y poeta chileno que fue asesinado en el estadio de Santiago drante el golpe auspiciado por la CIA (1972). Sus muertes fueron consecuencia de su conciencia política, de su lucha por una vida mejor, no para sí mismos, sino para sus pueblos, para el Pueblo. Su tragedia es muy distinta de la tragedia del suicidio, eran actores concientes en dramas de esfuerzos revolucionarios, no víctimas indefensas (...)".
Fragmento del libro Pausa versal, Ensayos escogidos. Vaso roto Ediciones. Madrid, 2017.
Denise Levertov
"Si la temática de un escritor incluye con frecuencia cuestiones prominentes en la historia de su propio tiempo -si se compromete, como es virtualmente inevitable una vez que tales cuestiones penetran en la obra, con uno u otro lado de la controversia-, el público de habla inglesa exigirá que ese escritor se explique por hacerlo y justifique la presencia de lo politico en lo literario. Digo de habla inglesa porque eso se da menos en otras culturas, por ejemplo en la hispana o la eslava. Y también debería matizar escritor, añadiendo que me refiero en especial a uno cuya principal ocupación es la poesía.
La temática política es vista como una intrusa en la esfera de la poesía o como una materia que requiere especial discusión cada vez que aparece, por lo que no puede dejarse de lado como otras cuestiones. Así que se desafia al poeta a responder a muchas preguntas, que van de lo hostil (que puede inducir a una respuesta o a un encogerse de hombros con desagrado) a lo genuino y a veces profundamente inquisitivo; esta actitud obtiene eco en la conciencia artística y mueve al poeta a buscar auténticas respuestas personales.
Una de esas preguntas estimulantes, que recibí por correo, fue esta: ¿Qué relación tiene la poesía del goce, de la proclamación, de la afirmación, con la política?
Mi respuesta:
Una poesía de la angustia, una poesía de la ira, de la rabia, una poesía que, desde una experiencia literal o profundamente imaginada, describe y denuncia la injusticia perenne y la crueldad en sus formas habituales y que, en nuestro tiempo en particular, advierte los peligros sin precedentes a los que nos enfrentamos, puede ciertamente ser una gran poesía, tan bien trabajada como cualquier otra. Tiene la función evidente de remover la conciencia y articular emociones para las personas que no tienen el don de la expresión. Pero también necesitamos la poesía de la alabanza, del amor al mundo, la visión del potencial para el bien, presente incluso en nuestra especie, que tanto ha contaminado al resto de la creación, tras ensuciar su propio nido. Si perdemos la percepción del contraste, de lo que se opone a cuanto es cucio y tremendo, a la tortura, a la banalidad del apocalipsis computarizado, perdemos la razón para trabajar por un cambio redentor. No como evasión - no en sustitución, sino como complemento del modo en que desarrollamos nuestra conciencia ante lo que el ser humano le está haciendo al mundo y la implicación que como individuos tenemos en ello-, necesitamos más que nunca antes de completar a diario (y componer, si somos lo bastante afortunados como para ser capaces de ello) obras de alabanza, obras que por el poder de la imaginación nos refresquen -nos recuerden- todo cuanto hace de la supervivencia en la tierra, y de nuestras vidas, algo valioso por lo que luchar. Imaginar el bien y la belleza, observarlos tal como los percibimos en el arte, en la naturaleza o en nuestros semejantes y crear obras que los celebren, son incentivos esenciales para hallar el rumbo que nos saque de nuestro aparente punto muerto. Resulta perentorio un apasionado amor por la vida si queremos encontrar la energía para detener el acelerado descenso (como un hombre que rueda montaña abajo cada vez más rápido) hacia la aniquilación. Cantar el asombro -exhalar la alabanza y la celebración- es tan fundamental en cuanto impulso como el lamentarse.
Aun así, mientras la naturaleza (aunque contaminada y amenazada) y el arte, pasado y presente, nos inspiran (insuflan aire fresco a nuestros pulmones para mantenernos vivos), debemos exigirnos a nosotros mismos y a nuestros contemporáneos un conocimiento de las iniquidades políticas en medio de las cuales, no obstante, cantamos a veces llenos de gozo; y luego debemos hacer cuanto cada cual crea posible en favor de la justicia, la compasión, la supervivencia, el cambio. Como dijo William Morris, "estoy cansado del refinado arte de la infelicidad".
El mismo corresponsal me preguntó: ¿Que relación hay entre aflicción e imaginación? Y yo respondí:
La aflicción es más proclive a sofocar la imaginación, si no se reprime, consiste en levantar la mente aplastada bajo el peso de la aflicción. El intelecto por sí solo puede señalar la fuente de sufriemiento; pero la imaginación lo ilumina y a través de esa luz resulta más comprensible. Se convierte en una entidad distinta, separada del ser.
Una inconciencia extrema y complaciente del sufrimiento obviamente no coexiste con la imaginación: el risueño insensible no es creativo. Pero eso no significa que la neurosis sea el sine qua non para que actue la imaginación creativa, qu eno es lánguida, exige energia de aquellos en los que habita. La imaginación no es anestésica.
(...)
Cad vez más en este tiempo de disyuntivas extremas, de elección extrema, el espectáculo de poetas que se desentendieron alegremente de cualquier preocupación por algo tan mundano como el día a día de la acción política (¡he incluso en individuos propensoa a la tristeza, tal despreocupación parece alegre!) es algo que menoscaba la validez e impacto de sus poemas. Es un desentenderse que trivializa su propia obra.
Una poesía que exprese los miedos y horrores de nuestro tiempo es necesaria para hacer entender a los lectores que lo que está pasando, entenderlo realmente; no sólo saber del asunto, sino sentirlo, y ha de ir acompañada de la voluntad, por parte de aquellos que escriben, de llvar a cabo de manera adicional acciones encaminadas a poner coto a esas grande miserias denunciadas. La extensión y naturaleza de las acciones que emprendan artistas e intelectuales (u otros cualesquiera) es, pro supuesto, un ausnto de conciencia individua; no pueden fijarse normas. Pero contar la historia y luego irse no basta.
Una poesía de alabanza es igualmente necesaria para no dejarnos vencer por la desesperación, para que tengamos el constante incentivo posibilidades positivas concebibles, ya que la alabanza es un irresistible impulso del alma.
No se trata -creo yo- de que ningún poeta esté moralmente obligado a escribir poemas políticamente comprometivos, El sentido de la obligación moral nunca ha sido ni puede ser la fuente del arte, si bien puede ser uno de sus factores. Se trata de que ese contexto sea palpable en la obra, aunque quizá no se nombre nunca, nunca se haga explícito."
(...)
Un ejemplo serían los jóvenes poetas guerrilleros de Latinoamérica, a muchos de los cuales mataron siendo jóvenes (al menos uno de ellos, Javier Heraud de Perú, hubiera sido seguramente un gran poeta. Fue asesinado a la edad de 23 años.) Ellos no flirteaban con la muerte, no más que Víctor Jara, el extraordinario y querido músico y poeta chileno que fue asesinado en el estadio de Santiago drante el golpe auspiciado por la CIA (1972). Sus muertes fueron consecuencia de su conciencia política, de su lucha por una vida mejor, no para sí mismos, sino para sus pueblos, para el Pueblo. Su tragedia es muy distinta de la tragedia del suicidio, eran actores concientes en dramas de esfuerzos revolucionarios, no víctimas indefensas (...)".
Fragmento del libro Pausa versal, Ensayos escogidos. Vaso roto Ediciones. Madrid, 2017.
Denise Levertov
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